25 febrero 2006

los dos problemas de Chomsky (sobre la crisis de las caricaturas de mahoma)

Noam Chomsky en su libro “Conocimiento del Lenguaje” se plantea la paradójica dualidad que podemos distinguir entre la información y el conocimiento. Ambos problemas tienen que ver con nuestras capacidades lógico/linguísticas, limitadas, finitas (sistemas gramaticales en los que, a partir de un número finito de símbolos ...) que han de enfrentarse a una realidad, en la práctica, infinita, inabarcable (... han de ser capaces de reconocer infinitas cadenas de símbolos).
El primero de los problemas lo denomina “el problema de Platón”, y viene a decir, más o menos que cómo es posible que con tan poca información sepamos tanto. Este problema se refiere fundamentalmente a la formulación de teorías acerca de la realidad, en las que partiendo de un número muy limitado de datos, somos capaces de “destilar” grandes modelos explicativos. El mejor ejemplo de estos son las teorías cosmológicas y astronómicas. Pero el problema que más me interesa traer aquí es el inverso a éste, el que Chomsky llama “el problema de Orwell”: ¿como es que con tanta información sabemos tan poco? La cuestión se puede ejemplificar en la formación de la “opinión pública”, donde unos pocos, que controlan los canales de la información, filtran, decantan, racionan ésta hasta moldear lo que la gente piensa a través de lo que la gente sabe. Esta cuestión se ha exacerbado en los últimos tiempos con la sobredosis de información que tenemos: cadenas de televisión mundiales gracias a las parabólicas, acceso masivo a la información en internet, etcétera, incluso la alfabetización de la población es un factor a tener en cuenta.
Está claro que Chomsky estaba pensando que la esencia de este problema es fundamentalmente política, al escoger al escritor británico para caracterizar esta segunda cuestión. Orwell es el icono de la denuncia, desde la propia izquierda y en el mundo anglosajón, del abuso de la información para aniquilar la libertad. No sólo lo denunció en la antiutópica “1984”, con su “ministerio de la verdad” y las omnipresentes “telepantallas”, sino también en su cruel metáfora del estalinismo, “Rebelión en la granja”, donde describe con todo lujo de detalles como los cerdos/bolcheviques aprovechan su mayor inteligencia para controlar lo que saben del mundo todos los animales y obligarlos a trabajar en el eterno proyecto inútil del molino. Está claro que en las décadas de los años 20 y 30 siglo pasado, tanto los fascismos, los comunismos como las bienintencionadas democracias liberales, usaron y abusaron de estas técnicas para sus propios fines. Pero el hecho de que hoy en día no se haga de una manera tan burda, no significa que no podamos invocarlo.
Los principales “impulsores” de esta crisis, los clérigos que recorrieron las capitales de los países árabes más afines a su causa para agitar el problema, los gobiernos de las monarquías del Golfo que financian las redes de mezquitas desde las que se difunde la versión radicalizada del Islam, las cadenas de televisión y los medios escritos de muchos de esos países que se prestaron a ese juego, manejan la información para producir, como reacción, un caso típico del “problema de Orwell”. Pero además creo que hay otro factor implicado, que no tiene tanto que ver con la cantidad de información, sino con su calidad. Muchos de estos mensajes están formulados en clave emocional, pasional, y no son meramente informativos.
La cuestión es que tras la caída del muro y, con él, del bloque soviético, se está intentando cambiar el vector geoestratégico del mundo. Se trata de que los países ya no se alineen y opongan unos a otros en clave política, de izquierda a derecha; tras unos cuantos años de vacilaciones, parece que el movimiento consiste intentar perfilar dos nuevos bloques, esta vez alineados/opuestos en clave teológica. De nuevo debe volver la dinámica maniquea de “los mios” contra “los otros”. Probablemente no sea el único movimiento geoestratégico. También habría que pensar que se superponen distintos planos de enfrentamientos: entre los productores de materias primas (los países de la OPEP, los países Africanos, etcétera) frente a los países “manufactureros”, los nuevos países con economías emergentes (sobre todo India, China, Indonesia, Corea) frente a los países hiperconsumidores del “viejo mundo”
La oposición no es del Islam, como tal, frente al mundo Judeocristiano, eso ya ocurrió en los primeros siglos de expansión del Islam. La oposición principal que hoy en día se da entre los que todavía creen en los valores de la racionalidad ilustrada y los que ya la dan por muerta. De esta forma, están en el mismo bando los telepredicadores que arrasan en el “Bible Belt” junto los talibanes de Afganistán. Una de las características de los “neocons” republicanos son sus mensajes simplistas, traducir su programa y agenda política en una serie de mensajes encapsulados, y simplistas que, en claves maiqueas, imposibilitan el diálogo; que se basan en llamar a la pasión y no a la razón para manejar los problemas políticos. En este nuevo marco que se va perfilando habría que entender lo que ha ocurrido con las caricaturas.
Durante las manifestaciones en Londres se pudo ver una pancarta que decía: “Europa es el cáncer, el Islam la respuesta”. ¿Qué Europa? ¿qué Islam? ¿se oponen, como tal un territorio y una religión? ¿qué piensa, cómo piensa quien los pone en al mismo nivel? Evidentemente no hablan de Europa como territorio, sino como idea, como Razón Ilustrada. Su enemigo no es un territorio, sino una forma de hacer, de vivir, de pensar. De hecho, ni siquiera la batalla la libran con la Europa real, sino con la “Europa” que tienen en sus países, con los que dentro del propio Islam se resisten a pensarlo y vivirlo como a ellos les gustaría que todo el mundo lo viviera.
Desde este punto de vista se ha utilizado, por parte de clérigos y dirigentes del mundo islámico, esta excusa de las caricaturas para, jugando con la buena fe y el sentimiento, real por otra parte, de indignación de la gente, dar otra pequeña vuelta de tuerca en su intención de polarizar el mundo (y ser ellos los que manden en uno de los polos); aprovechando para asustar un poco a Europa para que no meta las narices en la Bomba Atómica Santa de Iran; y por parte de los Bush y compañía, aliviar un poco la presión que caía sobre ellos poniendo a la Europa Continental (no anglosajona) en el punto de mira de los radicales.

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